Durante años, esta casa construida en 1887 estuvo al borde del colapso. El techo se había hundido, las paredes se desmoronaban y las ventanas rotas dejaban ver un interior abandonado.
En su época, había sido un orgulloso ejemplo de artesanía tradicional, pero el paso del tiempo y la falta de mantenimiento la habían convertido en una sombra de lo que alguna vez fue.

La mayoría de los posibles compradores la consideraban insegura, irreparable y una inversión inútil.

Sin embargo, Jim y Jean Leaman, dos jubilados apasionados por la arquitectura histórica, vieron algo distinto. Donde otros solo veían restos deteriorados, ellos descubrieron potencial: la oportunidad de devolverle la vida a un lugar olvidado.

Con determinación y un plan claro, compraron la propiedad e iniciaron un proceso de restauración que se extendió por cinco años. Fue un camino lleno de esfuerzo, creatividad y una dedicación constante. El resultado es verdaderamente impresionante.

Los Leaman trabajaron minuciosamente en cada detalle: vigas, marcos de ventanas, pisos y elementos originales que aún podían salvarse. Su compromiso transformó el deterioro en belleza y rescató la esencia histórica de la casa.

Hoy, esta vivienda restaurada vuelve a lucir con orgullo, llena de calidez y una elegancia atemporal.

Quienes entran en ella quedan sorprendidos por los tonos de luz que atraviesan las coloridas vidrieras restauradas, proyectando mosaicos sobre los suelos hechos con cinco tipos distintos de madera. Cada habitación del piso superior —cinco en total— posee un estilo propio y un ambiente único.

Incluso el ático, antes oscuro y polvoriento, se ha convertido en una luminosa oficina que inspira creatividad.

La obra de los Leaman es mucho más que una renovación. Es una demostración de cómo la pasión, la paciencia y el trabajo artesanal pueden devolver la vida a un fragmento de historia. Su proyecto demuestra que, con dedicación, hasta los lugares más olvidados pueden florecer nuevamente.